COLOCÓN DE ROCA DOLOMITICA
Fechas: 21 Julio-4 Agosto
Escaladores:
Lorena Ugarte
Eduardo Mantilla
Eduardo Marco
Pablo Marco
Angel Luengo
Ya habíamos hablado durante la primavera que este año había que ir a dejarse las yemas de los dedos a los Dolomitas, sólo faltaba cuadrar las fechas porque entre conciertos de los artistas y actividades de los no artistas estábamos un poco justos. Con la resaca del fin de semana salimos el domingo 21 con el rumbo un poco perdido hacia los Dolomitas. Da bastante pereza el viaje pero al final siempre merece la pena.
La intención era parar algún día de camino en Les Calanques, en la zona de Marsella, a escalar y refrescarnos en las calas de la zona, pero viendo que en las áreas de servicio hacía más de 35 grados optamos por seguir el viaje y no bajarnos casi ni a mear. Con este calorazo aparecemos a última hora de la tarde en el Lago di Garda, concretamente en Arco, una ciudad mítica en el mundo de la escalada, y pasamos una agradable noche de tejabaning y mosquiteo, pero el calor no afloja y después de desayunar decidimos ir directamente a los Dolomitas que es donde mejor y más frescos íbamos a estar.
Llegamos a buscar alojamiento al pueblo de Corvara y a comprar las guías de escalada, nos vemos fuertes y cogemos primero la guía de hasta 8a, pero luego lo pensamos bien y cogemos también la guía de escaladas fáciles. Nos instalamos y nos vamos directamente a quitar la caraja del viaje a una zona de escalada deportiva al lado de nuestra nueva casa, pero la lluvia nos echa al poco tiempo.
Todos en la cumbre del Piz Selva
Como la idea era hacer un poco de todo (escalar, trekking, ferratas, etc) y el primer día dan un poco de tiempo revuelto decidimos subirnos al Piz Boé (3.152m) pero por una vía ferrata de las que salen con 5 estrellitas en la guía, jeje. Tras una hora de camino llegamos a pie de vía y vemos que la gente resopla un poco, nos metemos y vemos el por qué, y es que los primeros 100 metros la cosa está muy tiesa y aparte del cable de acero allí no han gastado ni un céntimo en hierro. Nos pilla un poco de mal tiempo por el camino pero tras llegar a la cumbre y bajar por otra canal justo nos cae el chaparrón a 100 metros del coche.
Para el siguiente día nos ponemos ya los pies de gato y nos vamos a las míticas Torre del Sella, a empezar poco a poco y ver como son los “IV” dolomíticos que a ver si nos vamos a meter en un marrón. Subimos primero a la primera torre y luego a la segunda por un diedro precioso, enlazando una actividad muy interesante que ya se podía haber culminado con la tercera torre, pero para eso se necesitaba más tiempo.
Diedrazos de las Torres del Sella
Buscamos para otro día otra ferrata de esas 5 estrellas al Piz Selva, y ya cuando empezamos a subir vemos a unos cuantos que se bajan. Tras unas cuantas horas de pateo y ferrateo llegamos a la cumbre, pero todavía nos quedan 4 horas para volver al coche porque hay que dar un tremendo rodeo al Gruppo Sella. Un día largo pero muy variado.
Decidimos cambiar de zona e ir hacia Cortina d´Ampezzo pero antes dividimos el grupo, Pablo y Manti se van a apretar a una escuela cercana y el resto nos subimos al Sassongher, un picachón tremendo encima del pueblo de Corvara que tiene una caída directa al pueblo.
Con más ganas de roca llegamos a las 5 Torri, las míticas torres con cientos de vías de todo tipo y grado. Elegimos la Vía Miriam (V+, 200m) a la Grande Cima, que disfrutamos muchísimo (menos el primer largo apretón en el que Pablo se echa crema justo antes de salir) y nos plantamos en la cima sin complicaciones y en la base de nuevo para la hora de comer. Reponemos fuerzas y para arriba otra vez todos a escalar otras torres de 1 ó 2 largos que hay que aprovechar el día.
Primer largo vía Miriam.
Tras este largo día nos vamos a una de las zonas más impresionantes de los Dolomitas, las 3 Cime di Lavaredo. El primer día íbamos a hacer un trekking y alguna ferrata por la zona y el segundo escalar la Cima Grande, pero el tiempo se revuelve un poco y pasamos de ferratas y nos hacemos el trekking que rodea las 3 Cime con parada en algún refugio a secarnos, y es que habíamos teniendo una suerte tremenda con el tiempo y ya estábamos tardando mucho en mojarnos…
Dormimos en el refugio de Lavaredo y al día siguiente somos los primeros desayunando con unos escaladores japoneses para llegar los primeros a pie de vía, que esta zona está muy concurrida. Tras pasar un nevero congelado llegamos a la vía y comenzamos a trepar y en muy poco tiempo estamos ya en la chimenea en la que nos encordamos. La vía normal a la Grande Cima es más una trepada que una escalada en la que hay que leer bien la montaña, y sólo nos encordamos en el largo de IV+ y en el siguiente, el resto trepando con un poco de cuidado y sin tirar piedras. En 3 horas estamos una de las cimas más míticas de Italia (sino la más mítica) solos y con unos bocatas de Nutella, qué gustazo…
Manti saltando con sangre fría en la Cima Grande de Lavaredo
Después de esta zona queríamos ir hacia el Catinaccio, donde también había mucha tarea que hacer, con el punto de mira puesto en las Torres de Vaiolet. El primer día nos vamos a una ferrata para recuperar un poco los pies y el segundo a estas torres, donde queríamos escalar la Torre Delago y la Torre Winkler en el día. Iba a ser un día largo y efectivamente lo fue.
Tras andar una hora y media llegamos a la Torre Delago a la vía Piaz, un espolón con un ambientazo tremendo (molto esposto ponía la guía) pero baja dificultad. Sólo ver la foto en la guía ya te dan ganas de escalarlo, pero cuando estás allí todavía disfrutas más. Bajamos para comer y aunque con algo de pereza seguimos hacia la Torre Winkler a hacer la segunda vía del día.
Ambientazo en la Torre Delago
Empezamos a subir por la “fessura Winkler” y no hacemos más que pensar en ese chaval que con 17 años abrió esta vía en solitario en el año 1887. Vaya largo de V grado que se curró con un patiazo abajo increíble y sin saber qué había más arriba, estaba claro que no iba a durar mucho y por eso murió al año siguiente, se veía venir. Después de algún percance tratando de abrir una nueva vía “molto esposta” llegamos a la cumbre y emprendemos los rápeles de descenso ya reventados del día, llevábamos en pie desde las 6 de la mañana y llegamos abajo a las 8 de la tarde.
Nos recogen Manti y Lorena y nos vamos hacia el sur previa cena en el pueblo de Moena, donde devoramos todo lo que nos ponen a nuestro alrededor. Aún nos quedaba un día más y queríamos hacer la superferrata de los Dolomitas, 12 horas de ferrata, pero teníamos ya tal sobredosis de roca que decidimos ir tirando para casa sin prisa pero sin pausa.
Reponiendo fuerzas
Dormimos en Arco de nuevo, un bañito en el Lago di Garda para quitar lo mayor y acabamos el día en Nimes (Francia). Allí degustamos un típico kebab francés y de postre un helado en una tienda de productos rusos. Todos seguimos vivos y sin úlceras a fecha de hoy. Al día siguiente de pintxos por San Sebastián y cada uno a su casa que no hay manera de llegar a Campoo con tanta parada, sólo nos faltó ir a La Milana un ratillo a apretar un poco.