CURAVACAS
Por fin!, una excursión montañera, de aquellas del domingo de toda la vida, que salías con el grupo, en autobús, con la mochila y el bocata. Arrancar la caminata charlando con la gente, hacer cumbre, abrir el buzón, dar cuenta del bocata, sacarse la foto y regreso al pueblo donde te espera el autobús. Y después de un café en la tasca del pueblo, vuelta a casa. Una tipo de actividad algo inusual en este club… pero que seguro cuajará, porque esta primera vez ya nos hemos juntado más de 20.
Estrenamos el programa de otoño con la subida al Curavacas, pero por supuesto, no vamos a ir por «la normal». Seco y Pelos proponen un itinerario diferente, para hacer méritos al nivel «medio» que reza el cartel.
Así que salimos de Vidrieros en dirección oeste por la pista de Valdenievas, y caminamos hasta el fondo del valle, pasando antes por la majada de Piedrahita.
Después, una ascensión directa entre las escobas, cual jabalíes desperdigados, nos deja en el collado que separa las aguas del Valdenievas de las que caen para los Cardaños, y a los pies de la primera cumbre del día, el pico Vallejo.
Cumpliendo el programa al pie de la letra, sacamos el primer bocadillo del día, que devoramos sentados en la ladera norte, con vistas a las agujas de Cardaño, Peña Prieta, Pineda, Pico Lezna… El día no está despejado al cien por cien pero hay mucho para contemplar.
Y después de echar gasolina, retomamos la caminata por todo el cordal, cresteando a ratos por la cara norte y a ratos por la sur. Aunque vamos por un camino de rebecos, increíblemente el sendero está marcado con jitos; unas trepaditas… destrepaditas, un recorrido entretenido e impresionante. Según nos acercamos a la Curruquilla, que rodeamos un poco por debajo, vamos casi todo el rato por la ladera sur, contemplando las impresionantes canales que descienden al valle.
Unas campurrianadas más tarde… llegamos a la cumbre principal del Curavacas; tocamos la campana, comemos lo que queda de bocata y lo celebramos con champán casero de saúco que Marta y Anabel nos han traído de Liébana. Deliciosa bebida reconstituyente; allá donde esté, que se quite el isostar. Y gracias a los porteadores, ¡que cada botella vacía rondaría el medio kilo!
La vuelta a Vidrieros la hacemos por la ruta normal, bajando por el Callejo grande, tirando de palu, bastones y lo que sea, deslizando por la pedrera y saltando entre las peñas. Cada cual con su técnica.
Al final llegamos a Vidrieros sin tener que encender la frontal… y para rematar la jornada, una cervecita en el bar, antes de coger el autobús de vuelta a Reinosa.
Si os hemos dado envidia con la cerveza… ya sabéis, la próxima será en Campoo: la herradura en dos jornadas.