ESPIGÜETE
Después de la subida al Curavacas con la que estrenamos las salidas este otoño, el domingo 10 de noviembre tocaba el Espigüete.
Otro pequeño madrugón, para plantarnos sobre las 9 de la mañana en el aparcamiento de Pino Llano, entre los dos Cardaños.
El plan era ascender suavemente por la senda de Mazobres hasta el collado y una vez ahí, atacar el Espigüete por la arista oeste. Sin embargo el día estaba algo revuelto; nubes y claros y mucho viento, que según nos fuimos aproximando al alto de los Cutulillos se fue haciendo cada vez más persistente.
Del alto bajamos al collado de Mazobres y luego al collado de Arra, zarandeados por el viento y, algunas, pensando en echar unas piedras a la mochila. Justo a tiempo, antes del desmayo, paramos a tomar el almuerzo, piscolabis, primer avituallamiento, «las once» (era algo más tarde) o el hamaiketako… llámalo como quieras.
Aunque nos llevaban «del gancho», al menos los guías habían buscado un lugar resguardado del viento.
Desde ahí continuamos hasta la base de la arista oeste, que como era de esperar estaba impracticable, mojada por el agua que traía el viento huracanado. Imposible de ascender en esas condiciones.
Así que cambio de planes y nos volvimos a meter en la vertiente norte, un caos de caliza descomunal que resulta extraño en medio de todo el entorno verdinegro de granito, conglomerado y vegetación que lo rodea. Sin llegar a la canal norte, por donde se suele descender, Pelos y Seco encuentran un itinerario «interesante» y en un pispas montan una cuerda fija para ayudarse y para seguridad de los excursionistas. Después de salvar esos escasos 20 metros pudimos continuar sin la ayuda de las manos hasta la cumbre por la que, seguramente, fue una ruta inédita por la norte del Espigüete… porque los rebecos no cuentan, ¿no?
Llegando a la cima, el suelo empezaba a estar congelado y en algún rincón se veían restos espolvoreados de una primera nevada de la temporada. Pero en la cumbre hubo recompensa y pudimos sentarnos en la vertiente sur, al socayo del viento gélido, y contemplando, al sol, el embalse de Camporredondo y todo lo que se extiende hacia Cervera y al sur de la Montaña Palentina.
La bajada y vuelta al aparcamiento la hicimos por la arista este, despacito y con buena letra, pero dentro del horario previsto, que nos dejó tiempo para tomar café y pastas en Cervera.
P.D. Dice la wikipedia que, a pesar de su apariencia, el Espigüete es hueco en su interior, donde existen cañones con ríos y lagos subterráneos, simas de gran profundidad y cuevas.